Tricotomía o dicotomía

Por: John A. López.

Probablemente, en más de alguna ocasión te has topado con algunas personas debatiendo en cuánto a cómo es que el hombre está compuesto. Por un lado, están algunos que sostienen que el hombre está compuesto de alma, cuerpo y espíritu (1 Tes 5.23, Heb 4.12) estos son quiénes apelan a la tricotomía, por el otro, se encuentran quiénes sostienen que el hombre solamente está compuesto de cuerpo y espíritu/alma – espíritu y alma son palabras intercambiables que indican un mismo sentido –, éstos apelan a la dicotomía. En este artículo vamos a hacer un breve análisis de ambas posturas – a sabiendas de que ambas están de acuerdo en el cuerpo, sin embargo, el debate se centra entre si alma y espíritu son diferentes o no – para luego así concluir cuál de éstas va acorde a lo que las Escrituras nos muestran.

La Tricotomía

Quiénes se inclinan por esta postura, como dijimos anteriormente, se aferran a dos textos de la Biblia en donde se afirma una composición tripartita del ser humano. El primero es 1 Tesalonicenses 5.23: «Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo». El segundo es Hebreos 4.12: «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón». Vemos como en estos versículos, alma y espíritu parecen ser dos partes diferentes del hombre, e incluso, en el verso último, estas dos son partidas por la espada de la Palabra.

Además de eso, apelan a la etimología de las palabras, puesto que alma y espíritu no son la traducción de una misma palabra. Espíritu en hebreo es «ruaj» y en griego «pneuma», por otro lado, alma en hebreo es «nefesh» y en griego es «psuje». Esta sencilla distinción etimológica hace que ver que no se puede tratar al alma como algo semejante al espíritu.

Históricamente, esta doctrina – dice Millard Erickson – se hizo particularmente popular entre los padres alejandrinos de los primeros siglos de la iglesia, como Clemente de Alejandría, Orígenes y Gregorio de Nisa[1].

Ahora bien, conceptualmente, ¿cuál sería la diferencia entre alma y espíritu? Los defensores de esta postura dirán que, el alma es el elemento psicológico, la base de la razón, la emoción, la interrelación social y cosas así[2]. Por su parte, el espíritu se identifica habitualmente como el elemento religioso que percibe y responde a los asuntos espirituales y a Dios[3] (cf., Jn 4.24). En general, esto sería una breve explicación de la Tricotomía.

La Dicotomía

A diferencia de la Tricotomía, la Dicotomía propone que, si bien es cierto, alma y espíritu son palabras etimológicamente diferentes, apelan siempre al mismo sentido, y es, a la parte inmaterial del hombre. Podemos ver ejemplos en las Escrituras acerca de esto, en esta ocasión mencionaremos dos. El primero, lo encontramos con María, en el Magníficat: «Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador» (Lc 1.46 – 47) [Énfasis mío]. El segundo lo encontramos en el libro de Job: «Por tanto, no refrenaré mi boca; Hablaré en la angustia de mi espíritu, Y me quejaré con la amargura de mi alma» (Job 7.11) [Énfasis mío]. Nótese en este caso como estos términos son usados como paralelismos.  

La Dicotomía no entiende que exista diferencia entre alma y espíritu con respecto a su uso, puesto que bíblicamente el término se usa de manera intercambiable. Por ejemplo, el autor de Hebreos dice de los santos en el cielo: «a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos» (Heb 12.23) [Énfasis mío]. El Apocalipsis los describe así: «Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían» (Ap 6.9) [Énfasis mío].

A raíz de esto algunos – como R.C. Sproul – argumentan que no hay ninguna necesidad, ni filosófica ni exegética, para agregar otra tercer parte o sustancia (como un espíritu) para sortear la tensión dualística[4].

Evaluación de ambas posturas

Antes que nada, debemos mencionar que la Escritura declara al hombre como una unidad entre sus partes, es decir, formado del polvo (materia), pero con aliento de vida (parte inmaterial), sin embargo, el hombre no es dos partes, sino es uno solo formado por dos partes – o tres partes si estamos a favor de la tricotomía – pero bien, habiendo dicho eso evaluemos pues las posturas.

Históricamente se ha sostenido siempre la idea de una dicotomía en el hombre, si bien es cierto, Orígenes y otros teólogos de Alejandría sostuvieron la tricotomía, la dicotomía, tras el concilio de Constantinopla de 381 creció en popularidad hasta el punto de convertirse casi en la creencia universal de la iglesia[5]. También, cabe destacar que la idea de la tricotomía dio pase a una de las grandes herejías de esa época, la cual fue el Apolinarismo. Respecto a ello Buswell comenta:

«La herejía apolinarista del siglo IV A.D. se basa en esta teoría. El hombre era considerado tricótomo, es decir, hecho de tres partes distinguibles y separables —cuerpo, alma, y espíritu. Este punto de vista erróneo de la naturaleza humana se usó como base para una explicación errónea de la encarnación que dejó la naturaleza humana de Cristo radicalmente incompleta».[6]

J. Oliver Buswell Jr.

Vemos entonces como muchos eruditos concluyen – continúa Buswell – que el punto de vista común de los teólogos ortodoxos a través de la historia eclesiástica ha sido que el hombre es dicótomo[7].

Otro punto en contra de la Tricotomía es que podría hacer caer a los creyentes en un tipo de pietismo anti-intelecutal, es decir, si tenemos en cuenta que el alma es donde reside la razón, entonces podemos concebir el estudio teológico como algo meramente intelectual, más no espiritual. Este punto, J.I. Packer lo explica de esta manera:

«Además, [la Tricotomía] conduce a un anti-intelectualismo paralizante por medio del cual la comprensión espiritual y el pensamiento teológico son separados, con el consiguiente empobrecimiento de ambos, puesto que se considera a la teología como algo del “alma” que no es espiritual, mientras se piensa que las percepciones espirituales no tienen relación alguna con la enseñanza y el aprendizaje de la verdad revelada por Dios»[8].

J. I. Packer

Por otro lado, teniendo una similar idea que la anterior; al momento de la consejería, ¿cómo podríamos discernir entre los problemas del alma y los problemas del espíritu? ¿cuáles serían los remedios para tratar casos del alma y espíritu? Realmente eso resultaría bastante complejo de hacer, y más aún, cuando en la Biblia no hable de tales cosas.

Vemos pues, los fallos que la Tricotomía presenta, y más aún teniendo la idea retomada de los versos de 1 Tesalonicenses 5.23 y Hebreos 4.12, ¿podríamos interpretar al ser humano como hecho de un montón de partes cuando Jesús menciona que amemos al Señor con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas? Tal cosa no parece lógica, y peor aún, en este pasaje Cristo no menciona el espíritu.

Concluimos pues, así como la ortodoxia siempre ha sostenido, que la dicotomía es el punto de vista más aceptable y bíblico. Sin embargo, enfatizamos que, hasta cierto punto, la Tricotomía tiene razón al momento de distinguir las palabras, puesto que no son palabras idénticas. Ilustrado de otra manera, en el Salmo 22 David menciona a sus enemigos, como toros, perros y demás, y realmente nosotros no podemos concluir que todas estas palabras se refieran a los mismos seres, pero por supuesto nos dan ideas que apuntan a un mismo fin. Así que, siendo estrictamente bíblicos, las Escrituras no nos hablan de especificación alguna de las partes del hombre a pesar de usar palabras diferentes, por lo tanto, es mejor tomar todas esas palabras como sinónimas, entendiendo que pueden ser usadas de manera intercambiable, así como la dicotomía apela.


[1] Millard J. Erickson, Teología sistemática, ed. Jonatán Haley, trans. Beatriz Fernández, Segunda Edición., Colección Teológica Contemporánea (Viladecavalls, Barcelona: Editorial Clie, 2008), 536.

[2] Ibíd., 535.

[3] John MacArthur y Richard Mayhue, Teología Sistemática: Un estudio profundo de la doctrina bíblica (Grand Rapids: Editorial Portavoz, 2018), 430.

[4] R.C. Sproul, Las grandes doctrinas de la Biblia (Miami, FL: Editorial Unilit, 1996), 145–146.

[5] Millard J. Erickson, Teología sistemática, 536.

[6] J. Oliver Buswell Jr., Teología sistemática, tomo 2, El Hombre y su vida de pecador (Miami, Florida: LOGOI, Inc., 1980), 230.

[7] Ibíd.

[8] J. I. Packer, Teologı́a concisa: Una guı́a a las creencias del Cristianismo histórico (Miami, FL: Editorial Unilit, 1998), 84–85.

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