¿Cómo Adorar a Dios en el Culto Público?

Por: Alejandro González Viveros.

Los seres humanos somos seres religiosos, aunque en todo momento, todo lo que hacemos, está ligado con nuestras creencias religiosas, hay momentos diferentes, en los que sentimos la necesidad de expresarnos de forma puramente religiosa y acercarnos a lo divino, por medio alguna especie de ritual o ceremonia.

Todos tenemos aquello que en teología designamos como “sensus divinitatis”, es decir “un sentido de lo divino”. Este sentir es universal y natural en el hombre. De modo que, si el hombre no es instruido para ser ateo, creerá en lo divino (aunque no necesariamente en el Dios de la Biblia).

El gran problema viene cuando el hombre, guiado por ese sentir de lo divino, intenta hallar el objeto de su sentir, cuando busca acercarse a lo que está mas allá, cuando quiere ponerse en contacto con aquello que lo trasciende. Cuando quiere agradar a la divinidad.

Los cristianos, creemos que el ser humano, sin la Biblia, está destinado a fallar en su búsqueda. Sin la Palabra de Dios, los hombres inventarán vanamente sus propios métodos para adorar y hacer culto a lo divino. En realidad no importa lo sinceros que ellos sean en sus ritos, si las Escrituras no regulan su acercamiento a Dios, ellos están perdidos y Dios no está agradado con sus cultos y ceremonias.

En el cristianismo actual, sucede algo muy interesante. Sabemos que el primer paso para acercarnos correctamente al Dios verdadero, es el evangelio. Por medio del evangelio conocemos a este Dios y recibimos su llamado a someternos a Él, para ser suyos, y Él nuestro.

Poco a poco vamos comprendiendo que este Dios, no sólo desea esporádicos momentos de ceremonias religiosas, y cultos solemnes, sino que Él demanda nuestras vidas enteramente para su servicio. Que si queremos seguir a este Dios, no sólo necesitamos ritos especiales para momentos sagrados, sino un comportamiento cotidiano que esté normado por Él. Que no solo debo buscar adorarle con actos religiosos, sino que debo adorar por medio de mi particular vocación y mis quehaceres diarios, e incluso debo honrar a mi Dios en mis recreaciones y actividades de entretenimiento.

Sin embargo, aunque todo eso es verdad, Dios sigue pidiendo esos momentos especiales. Momentos de culto, de ceremonias, de expresiones puramente religiosas. Dios quiere una adoración cotidiana, pero también quiere adoración cúltica.

Entonces, tenemos a los cristianos reuniéndose, domingo tras domingo, para realizar este aspecto de la adoración al que hemos llamado “adoración cúltica”. Ellos adoran a Dios, entre semana, en su diario andar, pero adoran a Dios, el domingo, con expresiones cúlticas.

Pero algo ha sucedido, algo muy lamentable. De alguna forma, en la mente del pueblo cristiano, se ha impregnado la idea de que, una vez que hemos creído en Cristo, no importan nuestros actos en el momento de la adoración cúltica, siempre y cuando tengamos un corazón sincero y la intención de adorar. Tales ideas, llevadas hasta sus últimas consecuencias, nos conducirían a creer que, en el culto de adoración a Dios, podemos jugar juegos de mesa, hacer alfarería, cerrar los ojos y guardar silencio todos juntos por dos horas seguidas diciendo “ammm…”, o pararnos de manos y aplaudir con los pies ¿por qué no? Todo lo que necesitamos es hacerlo de corazón y tener la intención de adorar a Dios, y Dios recibirá nuestras obras como un culto agradable delante de Él ¿no es así?

No. En realidad, no hay nada más lejos de la realidad.

Por un lado, Dios nos permite adorarle, en la adoración cotidiana, entre semana, por medio de cientos de formas. Sólo debemos cuidarnos de no transgredir lo que Dios ha prohibido. Dios dijo “No matarás”, entonces, a Dios no se le adora matando. Pero si Dios no ha prohibido algo, entonces es lícito hacerlo y podemos adorar a Dios por medio de ello. La regla es sencilla. Si no está prohibido, es lícito. Esto es conocido como el Principio Normativo. Vivimos nuestras vidas cotidianas bajo este principio.

Sin embargo, tratándose de la adoración cúltica, todo es diferente. Dios ha establecido los parámetros de dicha adoración con mucho más celo. En la adoración cúltica, si algo no ha sido mandado por Dios, está prohibido. Si Dios no dijo “quiero que me adoren recitando poemas” entonces recitar poemas está prohibido en el culto. No importa si aquellos son lo poemas más hermosos, o si han sido escritos con el corazón más ferviente y amante de Dios, si Dios no mandó que en su adoración se leyesen poemas, no debe hacerse. Esto puede aplicarse a una gran cantidad de prácticas que la gente buscar introducir en el culto a Dios incorrectamente. La regla es: Todo lo que Dios mandó es permitido, y todo lo que Él no mandó, está prohibido. Este es el Principio Regulador del Culto Cristiano (PRCC). Y sólo aplica en el contexto del culto de adoración.

Claro, por la época sentimentalista en la que vivimos, la gente se niega a aceptar el Principio Regulador, se piensa algo como: “¡Sin importar lo que haga, si estoy siendo sincero, no puedo creer que Dios no reciba mi adoración!”. No hermanito, no todo se trata de tener sentimientos bonitos, mucho es acerca de obediencia y de aprender a notar qué es lo que Dios ha dicho que le complace en su culto.

¿De donde vienen estas ideas? ¿Cómo justificamos, bíblicamente, hacer tales divisiones y conducirnos por un Principio en unos momentos y por otro, en otros? Hablaremos de ello en artículos posteriores.

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar